viernes, 30 de agosto de 2013

Necesitamos GENERAR CAMBIO

Nunca he sido partidaria de la violencia como forma de protesta. Creo que agredir al otro siempre producirá un efecto violento que alimenta un círculo vicioso que se va volviendo cada vez más difícil de romper.

Golpear, patear, romper, tirar piedras, son, para mi, formas inaceptables de expresarse, de exigir, de revolucionar. Ante tales actos la mayoría de las personas reaccionan con rechazo y el mensaje se pierde, difuminado entre el gas lacrimógeno y las piedras.

El día de ayer se pudo ver el contraste entre una marcha pacífica, justa y necesaria en un país desigual y mal manejado; frente a unos actos vandálicos, agresivos y sin sentido. Una turba de poseídos y endemoniados que rompieron vidrios, quemaron llantas, saquearon almacenes y golpearon policías, pero que sobre todo, rompieron la posibilidad de protestar y de hacer escuchar las justas causas.
(Disturbios en Bogotá)


Nadie niega que la policía no ha sido una santa paloma, las imágenes y vídeos de los últimos días demuestran que el resentimiento hacia la fuerza pública, que se supone debe defendernos, tiene sus causas. Abusos, violaciones de derechos humanos, golpes a población indefensa y otras muchas "perlas", alimentan los odios que la fuerza pública y en especial el ESMAD, generan.





Pero alguien debe romper este círculo vicioso de odios y resentimientos que se alimentan y retroalimentan entre las violaciones del Estado y la violencia de los extremistas. Durante las marchas, miles de personas que no hacen parte de los extremos, salieron a exigir que este país cambie y genere condiciones más justas para todos, para los campesinos, para los estudiantes, para los trabajadores. Pero la violencia acalló las causas y los argumentos y sólo dejó los destrozos.

A pesar de eso, algunas personas comienzan a atreverse a salir de esa lógica de violencia y con el valor que requiere una propuesta pacífica, han comenzado a resistirse a los violentos. Como la valiente mujer que frente a la irracionalidad de los vándalos, se paró, desarmada, sola y valiente, a defender a los policías acorralados. Esta mujer sólo tenía su valor y su convicción, la que parece emerger cada vez más y que algún día será mayor a los violentos.

Pero no sólo los extremistas violentos desdibujaron la protesta, también la clase alta de este país, sorda e indiferente ante las tragedias, decidió enfrascarse en su pequeño mundo de cristal e ignorar lo que sucedía en la ciudad. Mientras cientos de jóvenes hacían de la ciudad un campo de guerra y el presidente ordenaba militarizar Bogotá, la crema y nata de la sociedad bogotana se reunía en el club el Nogal para "premiar a los líderes de Colombia". Premio que sonaba terriblemente inapropiado en medio del caos que vivían los bogotanos.

Así, mientras un joven moría por un disparo en Suba y otros saqueaban el comercio en Soacha, estos "líderes" se premiaban a ellos mismos y tomaban cócteles y comían pasabocas. Que falta de sensibilidad, de mínimo recato, no ser capaces de cancelar su "ceremonia" de premiación y seguir en esa farsa como si no pasara nada. ¿Es que no les duele este país? ¿Es que creen que no es con ellos?

Tan sólo uno de los premiados mencionó en su discurso el paro nacional y las causas de esta crisis, tan sólo uno de los premiados fue capaz de hablar del país que queda por fuera de los muros del Nogal, y reconocer que hay injusticia y desigualdad en Colombia, tan sólo uno de los premiados fue capaz de reconocer que esa burbuja ficticia no era real y que el país estaba afuera, en las calles, rompiéndose la cabeza unos a otros.

Es indignante ver esos extremos, es indignante saber que los que se proclaman nuestros representantes, son tan ciegos o tan violentos y no nos permiten expresarnos y exigir. Esta claro que ellos no nos representan.

Es hora de que nosotros, los que estamos en el medio, entre unos extremistas que quieren cambiar el país a bala y unos dirigentes sordos y ciegos, empecemos a asumir las riendas de nuestro destino y comencemos a cambiar las cosas.

Llegó la hora de que una generación que ha visto como otros destruyen su país o lo manejan mal; salga de su inercia y su lugar cómodo y transforme las cosas. Que genere los cambios, que ocupe los espacios de poder, tan mal repartidos y utilizados, que proteste sin dejarse manipular por los violentos y logre lo que queremos UN CAMBIO.

Llegó la hora de ser una GENERACIÓN DE CAMBIO, llegó la hora de ser los que decidimos y que nadie más decida por nosotros, llegó la hora de ser la generación que traiga la paz que tanta falta nos hace.

Llegó la hora porque esa generación SOMOS NOSOTROS.

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